De Ulm a Cádiz
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Emoción. Memoria. Relevancia.
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Emoción. Memoria. Relevancia.

En Memótico, el audiorelato que compartí hace unos días, hay un principio cognitivo que da hondura al conflicto: nuestras vivencias se almacenan junto a las emociones que nos provocaron. Emoción y recuerdo son —como dice el narrador— una molécula indivisible en la memoria.

Entender esta idea cambia la manera de diseñar, especialmente para quienes venimos de la escuela funcionalista y utilitaria centroeuropea —Quienes ‘nacimos’ en Ulm, ya me entiendes.

En el relato, una familia debe decidir entre entregar la memoria del difunto padre al Estado —para alimentar lo que llaman el ‘Común’— o alquilársela a la empresa donde trabajó durante años, para que dé mirada y experiencia a un procesador de IA. Eso lo convertiría en un Memótico: un empleado híbrido, con cognición de IA y criterio humano. En lenguaje de la calle, un humabot.

No voy a desvelar lo que ocurre: son apenas siete minutos de audio. Lo que sí diré es que hay un antes y un después de comprender esa idea sencilla: recordamos sólo lo que nos ha emocionado.

Es causalidad pura: si emociona, se recuerda.

Y el recuerdo es uno de los pilares de la relevancia de marca. Por tanto, la clave de una marca —o del diseño, si prefieres— no está en resolver una necesidad, sino en cómo la resuelves.

Nadie recuerda la marca de su aire acondicionado, de su plancha o de su lavadora porque todas hacen lo mismo de la misma manera. Hasta que uno se diferencia: la lavadora que, al terminar, reproduce una melodía amable. Uy: ¡eso es distinto! Un gesto pequeño, un guiño brevísimo, una recompensa sonora, un audícono, como los llama Javier S. Quirós. Y de pronto la lavadora despierta algo. Quizás no sea emoción, tal vez apenas una sensación, pero ya es algo.

¿Por qué ya no nos importan los coches nuevos? ¿Porque todos son iguales? ¿Porque… han dejado de evocar? El 90% de los modelos actuales es genérico: formas parecidas, colores similares… No son agresivos, ni simpáticos, ni clásicos, ni futuristas. No nos diferencian, nos igualan. Son… neutros. Ya no buscan provocar nada; sólo resolver.

Le Corbusier no hablaba de hogares, sino de máquinas de habitar. Para él, la vivienda era un reto técnico, no humano. Los coches son ya lo mismo: máquinas de desplazarse, artefactos para resolver la necesidad motriz. Se han convertido en aparatos de aire acondicionado o —como le leí a alguien en twitter— en air fryers.

En ficción, la emoción lo es todo. La emoción es la que hace el relato. La literatura sin emoción es transcripción.

Lo mismo le ocurre al diseño: la utilidad sin emoción es... ingeniería. El reto es técnico y se resuelve optimizando recursos.

No tengo nada contra la ingeniería del diseño, ojo. Los formularios, los procesos, lo transaccional, los sistemas, el registro de datos, la optimización… Todo útil. Todo necesario.

La utilitas.
El territorio de la máquina.
El el arco del triunfo por el que la IA está entrando en nuestra profesión.

Y no pasa nada: aceptémoslo. De hecho, que la IA se trague esa parte del diseño es una buena noticia. Así quienes nos dedicamos a esto, podemos centrarnos más en lo que nos hace únicos y humanos: el delectum, la emoción, el relato... Y la memoria.

¿Lo entiendes ahora?

En el relato está el futuro del diseño, porque en la emoción está la memoria.

Memoria es relevancia.

La ficción es la forma superior de diseño. Me han hecho falta veinticinco años diseñando y dos escribiendo para entenderlo.

En la evocación y la emoción está nuestro sentido.

Fuera de ellas, la irrelevancia.


FIN


Si no escuchaste memótico, te dejo aquí el audiorelato. No dudes en compartirlo si te gusta.

Memótico

Memótico

Me llamo Daniel y estoy muerto. Sin embargo, te hablo desde mi puesto de trabajo, el mismo que he ocupado en los últimos diez años de vida física.


Escribo historias sobre el tiempo, las formas en que lo percibimos y lo que nos ocurre cuando alguien lo manipula o lo simula. Mnemosyn fue mi primera novela corta; le han seguido Santa Olalla y Murchison. Ahora estoy terminando Wei, un thriller especulativo donde se cruzan espionaje, amor y física cuántica.

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