De Ulm a Cádiz
De Ulm a Cádiz
Dayvan
0:00
-4:52

Dayvan

El cielo sobre el parking es de un color degradado y mal comprimido.

Debajo, decenas de Dayvans buscan, fatigadas, un lugar donde pasar la noche hasta la próxima salida de sol.

Baterías pequeñas, recicladas de viejos electrodomésticos para calentar un cazo de sopa, una manta eléctrica, lo justo para superar la humedad de otra noche costera.

Son muchos. Millones. Cuando les preguntas, siguen nombrando sus viejas profesiones: consultor, arquitecta, ingeniero, contable… Gente de análisis o de gestión, profesiones de cálculos y palabras. Sus manos aún recuerdan la posición de cada letra. Pero ya no hay teclados. Ni contabilidad, ni ingenieros ni gestión. Malviven en un mercado que les contrata por horas, entrenando modelos nicho para tareas poco rentables, donde los ciclos de computación son más caros que la mano de obra humana.

Nadie predijo su caída, porque no fue repentina. Primero dejaron de ser imprescindibles, después dejaron de ser rentables. Por último, dejaron de ser propietarios.

En 2039, el gobierno les autorizó a vivir en el asfalto: mejor nómadas que sintecho. Lo llamaron residencial motriz.

Ahora ocupan aparcamientos, rotondas y carriles de autopista, expulsados de los cascos urbanos, esperando a que el sol les devuelva tracción para seguir rodeando la ciudad o cruzando secundarias a sesenta por hora.

Por veinte mil créditos tienes una Dayvan reacondicionada con lo básico: cama, ducha, retrete y una nevera pequeña. Todo bajo un techo de fotocélulas que hay que limpiar a menudo porque tiende a acumular polvo.

Ya no hay áreas de servicio, sólo zonas de vaciado que huelen a excrementos y desinfectante industrial. Un robot reemplaza depósitos de aguas negras llenos por otros vacíos por unos pocos créditos o a cambio de visionado de anuncios. Llegas, sitúas la Dayvan sobre el foso y todo ocurre desde debajo.

Al principio había variedad de modelos, pero ahora todos habitan la misma Dayvan: fabricada por una marca paquistaní, austera, fácil de reparar y con abundancia de recambios. Todas de color naranja, por ley.

Entre ellos, se reconocen por los detalles: una planta en el salpicadero, un pañuelo asomando por la ventanilla, el color de las luces interiores…. Hay normas no escritas: no hacer ruido, no preguntar demasiado… Compartir electricidad cuando se puede. Avisar si viene una inspección.

Y en ese contexto, de la nada, surge algo especial: un momento, una celebración. Alguien anuncia que ha nacido un niño, que se casa con su pareja o que ha superado la enfermedad. El motivo es lo de menos. La gente entiende el código.

Ocurre sin guión, todos saben lo que hacer: Cada Dayvan se conecta en serie a la de al lado. Se crea una red improvisada. Durante una hora hacen lo mismo: ceden energía. Baterías humildes, fatigadas, juntas, sosteniendo algo colectivo.

Las luces de las vans parpadean. Alguien pone música desde un altavoz viejo. Los niños salen primero; celebran descalzos sobre el asfalto, felices, sin entender nada.

Cientos de watios llegan, atravesando vehículos y cables, hasta la Dayvan de los afortunados: para un baño caliente, para hornear un bizcocho o para que la música suene fuerte. El resto baila afuera. Durante esa hora el gasto no importa.

Sería tirar la casa por la ventana… pero no hay casa.

Romperse la camisa, darlo todo… cuando ‘todo’ son unos gramos de litio.

Al terminar, todo se apaga.
Duermen hasta que vuelve la luz.
Mañana rodarán otra vez.

Mientras puedan moverse, seguirán vivos.
Mientras puedan celebrar algo, seguirán siendo humanos.


FIN


Escribo historias sobre el tiempo, las formas en que lo percibimos y lo que nos ocurre cuando alguien lo manipula o lo simula. Mnemosyn fue mi primera novela corta; le han seguido Santa Olalla y Murchison. Ahora estoy terminando Wei, un thriller especulativo donde se cruzan espionaje, amor y física cuántica.

Suscríbete a De Ulm a Cádiz si deseas recibir más relatos y reflexiones entre el tiempo, el diseño, la tecnología y las personas.

Discusión sobre este episodio

Avatar de User

Por supuesto, sigue adelante.