¿Cómo será una gasolinera China en 2035? Lo primero: gasolina poca. Mejor “área de servicio”. Hay quien ya las llama “electrolineras”. Yo a esa gente la veo más preocupada por parecer lista que por serlo, porque ¿quién va a usar una palabra tan enrevesada?
Lo mundano.
Me he pasado dos tardes enteras pensado cómo podría ser la experiencia de repostar —cargar— un coche eléctrico dentro de una década, en un país que lo ha apostado todo hacia adelante. He sudado, vaya si he sudado, porque verás, imaginar algo en el futuro cercano es mucho más complicado que imaginarlo en el lejano. ¿Por qué? Sencillo: coherencia con el presente. A los futuros lejanos nadie les exige coherencia con lo que tenemos ahora. Como lectores, asumimos que entre hoy y el siglo treinta, muchas cosas cambiaron por el camino, que no hay necesidad de entenderlas, y nos entregamos a la suspensión de la incredulidad, que es ese fenómeno maravilloso que provoca que nos entreguemos a la ficción desactivando las vallas que protegen nuestras emociones.
Wei, la novela en la que ando enfrascado y que avanza muy bien, diría que al 75%, transcurre en el futuro cercano. Y estas cositas, una gasolinera, un restaurante, el interior de un avión, me cuestan muchísimo. Por esa lógica respecto al presente, pero también —no lo neguemos— porque es la primera que escribo que pasa en el futuro cercano ¿Ciencia ficción? Sí, pero plausible. Nada de invasiones aliens, de civilizaciones interestelares o de rayos destructures de galaxias.
Esta posición, este compromiso con lo plausible, tiene un nombre: Mundane Science Fiction. Y reglas:
todo ocurre en la tierra
no hay viaje interestelar (sorry Nolan)
la tecnología tiene base científica
no hay contacto con extraterrestres
La idea surge de un manifiesto publicado por Geoff Ryman en 2004 y un grupo/taller de escritura llamado Clarion West Writers Workshop.
Ciencia ficción “mundana”. No sé. Mundano se refiere a lo que pasa en el mundo, sí, pero en español tiene una connotación algo fea, como… vulgar. Pero eh, lo de “plausible” me gusta. Posible, viable, que podemos llegar a entender cómo ocurrió. Es una suspensión de la incredulidad controlada.
Wei ocurre en una realidad de esas. China se cierra al resto del mundo porque trama algo. Su premisa es plausible. Álvaro, su novio, es analista de una agencia de inteligencia privada. Es plausible, de hecho es una fusión hipotética entre Palantir y The Soufan Group, ambas existentes hoy. Y pasan cosas… de ciencia ficción. No muy locas, o sí. Me estoy empollando papers de no-localidad en física para poder articularlo. Yo, de letras. Y lo estoy disfrutando. Luego vendrá alguien experto y me dirá que corte el rollo técnico, que a los lectores les patina la justificación científica de mis delirios. Y tendrán razón.
Lo plausible.
Hace dos días descubrí una peli de 1977 titulada Sorcerer (hechicero). Es una historia delirante en el nicaragua profundo, donde se esconden cuatro fugitivos: un asesino a sueldo, un yihadista palestino, un rufián de la alta sociedad parisina y un mafioso de medio pelo neoyorkino. Un proyecto para la empresa petrolífera local les da la oportunidad de redimirse y, como tienen poco que perder, se la juegan juntos. Nitroglicerina cruzando la selva en las peores condiciones, siempre a punto de estallar por los aires. Y una banda sonora del futuro: Tangerine Dream, en uno de sus mejores álbumes. Se mezcla synthwave oscuro con camiones diesel de los cincuenta, poblados de mala muerte, charcos, mosquitos, fealdad y sudor. Pero es plausible, aunque sea el pasado.
Escribir ficción (mundana) me hace reflexionar mucho sobre el diseño, el terreno en el que me he criado.
La ciencia ficción propone, el diseño dispone.
Cuando digo que escribo ciencia ficción, la gente tarda poco en preguntar: “Entonces el diseño… ¿lo dejas?”. Normal, ¿eh?, parecen actividades antagónicas: diseñar para otros, escribir para uno. Sin embargo, yo no veo la dicotomía, sino la causalidad. De alguna manera, el diseño es hijo de la ciencia ficción. Creamos cosas y les damos forma, pensando en su lugar en el futuro. Moldeamos trocitos de futuro. Hemos mamado esas ideas de la ficción (novelas, películas, cómics…) y al convertirlas en realidad y lanzarlas hacia adelante, retroalimentamos el proceso. O lo completamos, como prefieras.
El domingo terminé mi web “de escritor”. Tuve que redactar dos párrafos explicando qué hace un diseñador, un profe de diseño, escribiendo un thriller que transcurre en 2035. Me costó horrores, pero me sentí aliviado cuando di con la frase: uno propone, el otro dispone. Y todo cobra sentido. Quedó Plausible.
Y como escribo sobre el tiempo, pensé que sería divertido traerme un artefacto del pasado y colocarlo allí, al final de la página, como si se lo hubiese encargado a Mnemosyn. Plausible también, al fin y al cabo.


