Este septiembre mi hijo mayor empieza en la universidad. Granada, como hizo su madre, como hice yo; quizás estemos iniciando una tradición. Este verano hemos estado buscando habitación, recorriendo la ciudad con idealista en una mano y una botella de agua en la otra.
Fue una experiencia emocionante para los dos. Él anticipaba, con excitación, la vida nueva que pronto empieza. Yo rememoraba la que tuve. Fueron algunos de los mejores años de mi vida.
El verano pasado empecé a escribir ficción en serio. Escribí una novela corta y la situé en la Granada de mis años de estudiante. Pero también en el presente y en el futuro. Fue un juego de espejos de ciencia ficción. Ayer tuve una revelación respecto al argumento. De repente lo sentí mucho más cercano y plausible de lo que imaginaba, algo que podría perfectamente ocurrir en una década ¡O menos!
En Mnemosyn, David de Santos, un cuarentón del presente, empieza a recibir emails desde 1999. Se los manda su yo del pasado, pero no exactamente. En el primer email dice esto:
David, soy tú. Te escribo desde 1999.
Recibes este mensaje porque dentro de treinta y tantos años te someterás a un tratamiento para revivir una época de tu pasado. Elegirás 1999, cuando tenías 22 años y estabas en la universidad. Yo soy tú desde ese pasado. Es decir, soy tu yo del futuro habitando tu yo del pasado. Llevo tres días aquí y lo que te quiero decir es importante.
En la novela, El David de Santos de 2060, ya mayor y enfermo, contrata un servicio para revivir, de forma inmersiva, los mejores años de su vida, en la Granada de 1999. Esas vivencias se generan digitalmente, a partir de su cognición en tiempo real, sus propios recuerdos y los de otras personas. Todo mediante IA, obviamente. La empresa que lo ofrece es, precisamente Mnemosyn (en alusión a la titánide griega Mnemosyne, diosa de la memoria y madre de las nueve musas). Las cosas para David de Santos no acaban siendo como parecen al principio, pero eso es parte de la novela. Pero ahora no vamos a hablar del argumento, sino de la tecnología.
Hace unos días, un vídeo de Instagram me golpeó fuerte. En él, se recreaba con IA el entorno suburbano estadounidense de los 80 y unos chicos, sonrientes y verosímiles, hablaban a la cámara recordando al espectador (a ti, a mí), que seguían allí, con su ritmo tranquilo, sus salones recreativos, su atmósfera optimista, esperándote. “Bienvenido de vuelta, aquí estamos, esperándote sin móviles, con largas conversaciones en la calle hasta que se hace de noche. La música es mejor, luces de neón…” Sí, todos los clichés del American suburbia de los 80.
¿Eran las imágenes? ¿La música? ¿El target, el tono y lo que decían?
No lo sé, pero se sentía MUY REAL. Y deseable.
Si no tuvieses responsabilidades ni lazos afectivos en el presente y te ofreciesen revivir una época de tu pasado, no como espectador, sino como actor, no observando, sino estando y actuando en él con agencia y libertad… ¿Aceptarías?
Ahora deja que te hable de Ponferrada.ia. Seguro que te has topado con sus videos en algún momento, en un grupo de whatsapp, en algún tuit… Crean realidades alternativas protagonizadas por figuras de la política española. Se mueven entre la sorpresa y lo conocido, entre la ficción y lo real. Hace unos días, publicaron este video, en el que Rodríguez Zapatero aparece como un fotógrafo bohemio:
El video me hizo sonreír, como casi todos los que hacen. Pero esta vez fue algo más lejos. Salvó el valle inquietante de lo que es muy real pero no es real del todo, ese cringe que da la IA que falla en algún detalle. Este video era MUY CREIBLE.
Ponferrada.ia logra todo eso uniendo tres ingredientes: una tecnología generativa que avanza cada mes, un archivo interminable de videos, voces y fotos de los protagonistas, que sirve para entrenar bien a la IA y un talento desbordante de esos artistas. Sin una de las tres, el resultado sería mediocre. Unidas, convierten la sátira en realidad paralela.. Fusionan razón y emoción, provocando ese estado tan difícil que es la suspensión de la incredulidad.
Unos días después, otra escena me dio la clave: una amiga de mi cuñada celebró su puesta de largo, una de esas fiestas que organizan algunas familias para celebrar la mayoría de edad de su hija. La celebración, como cualquier otra que congregue a miembros de la generación Z, fue un relato poliédrico, contado desde docenas de móviles, en historias y fotos que se propagaron por diferentes canales y redes.
La chica que celebraba su puesta de largo recordará la celebración con una mezcla de memoria y registros digitales, igual que mi cuñada y el resto de asistentes. Lo harán mirando al móvil, pasando imágenes y videos de derecha a izquierda y de abajo a arriba, como todo el mundo.
Mis recuerdos no son así, yo apenas tengo dos docenas de fotos —en papel— de mi adolescencia y primera juventud. Pero ellas no. Ellas tienen esta etapa de su vida altamente documentada, con miles y miles de videos, fotos, audios… Desde infinidad de ángulos. Yo cabía en un álbum de 24 páginas; ellas ocupan varios terabytes. Y todo está en la nube.
Una adolescente de hoy tiene más registro digital que los Zapateros o los Rajoys de los 90 y los 2000.
¿Lo entiendes ahora, verdad?
Las vidas de la generación Z son ya altamente recreables por la inteligencia artificial.
Añade un poco de potencia de computación y ya lo tienes: Mnemosyn ofreciendo viajes a destinos de 2020 en adelante. La propuesta de Maximal Nostalgia hecha realidad.
Uno de los novums más excitantes de la ciencia ficción, se vuelve realidad. La mejor promesa del futuro es el pasado.
¿Qué grabarás hoy con el móvil?
Mnemosyn está disponible en ebook en Amazon por 0,99€. Puedes leer un extracto aquí.
Otra cosa…
En octubre arrancamos un programa especial en el Instituto Tramontana. Lo dedicaremos a aprender las claves narrativas y las experiencias evocadoras que se pueden lograr desde el diseño. Está enfocado a directivos y líderes que quieren anticiparse a lo que viene. Si estas reflexiones te resuenan profesionalmente, quizás pueda interesarte.
¡Gracias por tus reflexiones, Javier! Hablaba con un amigo hace unos dias paseando por Coruña de algo similar. Con nuestros hijos - de dos años - muchas veces revisitamos fotos de viajes, juegos, excursiones que hemos hecho juntos y sospechábamos que estábamos, para bien o para mal, alimentando la capacidad de recordar. Muchos de nuestros recuerdos de infancia e incluso más mayores son en tercera persona - no en primera, como en los videojuegos que puedes jugar siendo el personaje o dirigiéndolo desde arriba cambiando la vista - porque suelen anclarse a fotos o videos. Entre mi mujer y yo, que como muchos papás somos muy plastas, vamos documentando toda su vida y se lo mostramos, es alucinante las cosas que recuerda por si misma...de algún modo eso puede impactar en algo ¿No?. Al fin y al cabo lo que eres se acaba conformando en esos primeros seis años, el apego, la independencia, la identidad... Un abrazo y espero que hayas disfrutado del verano.